Fallas.

La primera vez que escuché hablar sobre el limbo fue en una peli de miedo, no recuerdo el nombre, donde la prota estaba en una vieja mansión y descubría que ahí habían asesinado a cientos de niños, que estaban vagando por el limbo esperando que la suso dicha (una petarda de mucho cuidado), los salvara y sacara de allí, de forma que pudieran ir finalmente al cielo.

Siempre me dio bastante ansiedad la idea del limbo, eso de vagar por ahí sin rumbo ni entretenimiento a la espera que una petarda te saca de ahí. Con la de petardos necios que hay. Qué horripilancia.

Y es que, el acabar la carrera universitaria, ha sido para mí el comienzo de un limbo en la tierra. Con la diferencia que la petarda que me tiene que sacar de aquí no es otra que yo misma. Un petardazo. O una petardaza de cuidado.

Nunca he querido crecer (no confundir con envejecer, que yo no soy la Preisler y en el fondo a mí ese tema me la suda. Crecer es tener derechos y muuuuuchos deberes y responsabilidades. ¿Y a quién le gusta eso? Más aún, crecer es darte cuenta que todo lo que te han vendido de niño es una mentira. Y que ese limbo es lo más real que te vas a encontrar nunca.

Terminas la carrera y, en mi caso como publicitaria que se quiere dedicar a la creatividad, te das cuenta que en tu ciudad eso de tener un curro que te permita dejar de estar en el nido es poco menos que jodido. Aquí a meterte en prácticas donde a lo sumo cobras 400 pavos. Y ahora intenta dejar de ser un gasto para tus padres que están, o bien jubilados, o a las puertas. Con el marco económico que eso supone.

Y entonces, ¿qué haces? Estudias un máster siguiendo la titulitis española?¿ Te haces becario y sigues exprimiendo a tus padres mientras te deslomas en las prácticas y en un curro a tiempo parcial para intentar mitigar tu carga? ¿Te vas por ahí a fregar platos en otro idioma esperando poder ahorrar algo y así volver a la madre patria con pasta y skills a la hora de hacer capuccinos? ¿Te suicidas y dejas de comerte la puta cabeza?

Esto es el limbo en la tierra. Esta ansiedad de la vida adulta, de las puertas laborales y giratorias a las que no tengo acceso en España, de las ganas de valerme y mantenerme por mí misma, al mismo tiempo que valoro lo jodidamente bien que he vivido y que seguramente jamás viviré. Esta misma ansiedad que me golpea cada mañana cuando suena el despertador, es mi limbo particular. Como el patio de mi casa que jugaba de niña. Ojalá yo niña otra vez. Y ver la peli esa del limbo y los niños muertos.

Este limbo en el que estoy se traduce también en sentirme así, muerta (porque lo de ser niña en el sentido de infante lo sigo siendo, a pesar de los años). He perdido la ilusión y las ganas. Por vivir, por crear, por compartir, por soñar. Solo hago preguntarme, porque he de decir que los diálogos internos se me dan de puta madre. ¿Merece la pena deslomarme para terminar en un curro de 8 a 5, y de oficina? ¿Compartir la vida con un tío que me termine aburriendo y con el que siga acostándome solo por el miedo a la soledad, y a caerme un día en la ducha y que me encuentren 4 días después, sólo porque falté a mi puesto de oficina? ¿Tener una rutina social, laboral, amorosa, marital, y existencial desde los 25 a los 65 para luego terminar en putos viajes del imserso o con millones de achaques y dinerito en la cuenta que me quitarán mis hijos? ¿Tener puta ansiedad por la incertidumbre a cada segundo de mi existencia, toda ella incertidumbrosa, difusa y radioactiva?

Siento que me han vendido una moto de humo. Que la vida que tengo que vivir no me llena, pero aquella que quiero vivir es inalcanzable. Siento que no valgo lo suficiente para todo aquello que deseo, a pesar de haberlo intentanto. O quizás no lo haya intentando porque en el fondo sé que esos deseos o bien son una mieda, o son racionalmente inalcanzables. O son alcanzables pero me dan puta pereza y ansiedad lograrlos porque entonces vuelvo a la casilla de salida de este limbo de la incertidumbre y el petardeo. Y sí, repito la palabra “petardeo” y “petarda” porque me molan. Y no, no soy de valencia.


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